mié
27
may
2015
Enfoques
En estos últimos años todos los trabajos relacionados con el mundo del perro se han disparado de una forma vertiginosa, cada día salen nuevos profesionales que ven en este sector una salida laboral y una veta de mercado a explotar que no responde en muchos casos a una vocación ni a un Sentir mayor por el buen desarrollo de la potencialidad del Ser ni de la Educación, lo que está trayendo cambios sustanciales y cuanto menos susceptibles de ser analizados para promover el bienestar de nuestros compañeros caninos.
Concretamente en lo relacionado con la educación y el adiestramiento coexisten líneas y enfoques ideológica y metodológicamente diferentes e incluso opuestos, ante esta realidad que nos ocupa considero necesario hacer una reflexión y compartir mi opinión y mi visión profesional públicamente en respuesta a algunas ideas que conforman ciertas líneas de trabajo y de formación.
Originariamente el mundo del adiestramiento se reducía a la aplicación de técnicas meramente "conductistas" con un enfoque que se limitaba a actuar teniendo en cuenta únicamente la pauta dominancia/sumisión, lo que trajo en muchos, muchísimos casos, abuso, y lo que se puede considerar maltrato con la aplicación de técnicas por sistemas de presión, estímulos negativos y autoritarismo donde no se tenía en cuenta la emocionalidad ni la sensibilidad del Ser, ni mucho menos las características individuales y subjetivas que hacen que un ser pueda llegar a ser "libre pensante" y no un autómata al que se le inhibe toda expresión y se convierte en un sujeto alienado que en muchos casos activa su conducta por miedo, generando todo un abanico de problemas y afecciones tanto físicas como psíquicas en el perro.
Este enfoque mayoritario durante muchos años y según mi criterio, obsoleto, ha hecho surgir en contraposición lo que se ha denominado adiestramiento positivo, sistema que algunos de sus integrantes están llevando a un extremo en el que se pierde el enfoque global y cuya radicalización puede ser cuanto menos peligrosa para el bien del perro.
Partamos de la concepción de que la conducta y el aprendizaje implican una serie de mecanismos mucho más complejos que una deducción maniquea de bueno-malo.
Que sea una aberración reducir al perro a la pauta de dominancia/sumisión, no quiere decir que no debamos tenerla en cuenta y valorarla junto con otras tantas, ni que implique un trato abusivo inhibidor y destructor de carácter, pero cargarnos los postulados etológicos de que es un perro en su naturaleza, es igualmente una aberración.
En el trabajo con perros existe un concepto sagrado que es el "timing", el momento preciso de aplicar un refuerzo o una guía, y no solo el momento justo sino la duración y la presión de tono o de manipulación. Esto es el arte de la proporción exacta.
Un perro solo podrá desarrollar herramientas en su cerebro para la gestión emocional de situaciones que pueda percibir como negativas, con la integración en su educación de estímulos aversivos, en el debido estadio emocional y con el grado que nunca supere la molestia como efecto, guiando su conducta en la resolución de ese problema.
Este tipo de educación de la que hablo aumentará los umbrales de resistencia ante el estrés y asegurará herramientas para protegerse ante la potencialidad de desarrollar perfiles dependientes e inmaduros que en ciertas circunstancias de su vida pueden convertirse en patología.
Otra equivalencia lógica (las equivalencias lógicas son errores de asociación racional fijadas por el contexto y experiencia individual) asumida es igualar al término líder con figuras dictatoriales, con actitudes duras y dominantes....cuando un líder es una figura de equilibrio, de coherencia en el trato, de justicia, que interviene para asegurar la armonía y la convivencia en una manada o grupo social.
Y los perros son jerárquicos, necesitan una estructura de organización social jerárquica, los perros son neoténicos, lo que significa que perduran componentes infantiles durante todo su ciclo vital, por ello necesitan guías... sin ellas determinados perfiles de perros pueden generar también problemas de conducta tan graves como las producidas por el sistema tradicional. Personalmente cada vez me llegan más perros a terapia con cuadros de graves trastornos de ansiedad, de miedos y fobias, de estrés residual y trastornos psicosomáticos generados por la falta de un vínculo afectivo jerárquico adecuado con sus dueños.
Por estar sometidos y reducidos a una relación que se basa únicamente en refuerzos positivos, a base de premios, que lo único que logran es fijar en la conducta un interés egoísta y merma la capacidad emocional del perro y la posibilidad de hacer conducta por una voluntariedad afectiva y social que responda a una relación intersubjetiva adecuada entre perro y guía humano. Que necesitan un compromiso de exigencia para madurar y para su estabilidad tímica. Sin un marco de normas y límites esto es imposible.
Pero el conformar una figura de líder natural, esa figura de guía que le signifique una autoridad válida requiere una dotación de habilidades sociales, inteligencia emocional, autoestima sana en la personalidad que debemos desarrollar nosotros en primer lugar, y esto es en muchos casos complicado de llevar a la praxis porque no todo el mundo está dispuesto a enfocar en él mismo y no en su perro la mayor parte del trabajo, responsabilidad y esfuerzo.
Quiero añadir además que he comprobado en mi experiencia personal y profesional que vivimos en una sociedad de cultura de la apariencia donde vende lo políticamente correcto, cuyo fin populista esconde en su interior funcionamientos que responden a una doble moral.
He visto muchos perros eutanasiados por ser declarados irrecuperables por personas que se etiquetan y adueñan del concepto "educación en positivo" pero eso si, esas eutanasias detrás del telón, ante el público recriminan ferozmente un mero zamarreo en el cuello de un cachorro al que hay que poner normas.
Gemma Blanco
lun
18
mar
2013
Elegir a nuestro perro. Criterio de elección
Quizás uno de los mayores retos a conseguir en el trabajo de Educación Canina sea, ayudar a integrar en nuestro pensamiento cuál debe ser el criterio de elección para incorporar un miembro
canino a nuestro hogar.
Si el criterio de elección que seguimos para tomar nuestra decisión es en gran medida estético, nos podemos encontrar que en un futuro, no muy lejano, la relación que comenzó llenando una
ilusión, signifique una auténtica desesperación para ambos, pudiendo aparecer en el perro todo un diverso abanico de comportamientos inadecuados, entrañando toda una serie de conflictos de
convivencia.
Es entonces cuando, en el mejor de los casos, se opta por buscar un profesional, que nos de las guías necesarias para solucionar nuestros problemas. Si bien la mayoría de los casos se tratan, y
tienen un buen pronóstico de solución, hay una parte de ellos donde no son compatibles las necesidades del perro en cuestión, con las características de su dueño, ya sea por circunstancias de
vida, ya sea por perfil de caracteres.
Todos estos perjuicios tanto para nosotros como para el perro, que además suele llevarse la peor parte, se evitarían integrando un buen criterio de elección, según el cual tuviésemos en cuenta el
carácter, las demandas tanto físicas, como mentales, como emocionales, del perro que vamos a elegir para ser nuestro compañero a lo largo de su vida. En definitiva, seguir el criterio que
nos hace ocuparnos en: ¿Quién eres Tu?, ¿Te voy a poder yo hacer feliz, y ser felices juntos?, ¿Somos entonces compatibles?.
Otra idea errónea es tomar la decisión de preferir un cachorro basándonos en el argumento de “es que quiero que se haga a mí”. Los perros tienen dos rasgos definitorios que desechan por
completo este razonamiento, uno es que son animales neoténicos, lo cual quiere decir que conservan su capacidad de un permanente estado que no completa su total maduración. Y otro, su
capacidad de “plasticidad”, es decir, presentan una enorme capacidad adaptativa a un nuevo medio, lo que significa que continúan siendo susceptibles de ser moldeables a través del
aprendizaje.
En cambio, si debemos tener en cuenta que un cachorro va a necesitar muchísima más dedicación, tiempo, paciencia, actividad y trabajo para conformar adecuadamente su educación, que un perro
adulto. Este sería el razonamiento más acertado a tener en cuenta, para fundamentar nuestro criterio.
¿Tamaño? Volvemos a encontrarnos ante esta pregunta con una idea extendida que deberíamos replantearnos. Ya que si bien se piensa que para tener en un piso no es adecuado un perro de tamaño
grande, deberíamos considerar que el quid de la cuestión no es el tamaño en sí mismo, sino el carácter más o menos nervioso y las necesidades energéticas que presente, y si las mismas concuerdan
o no con nuestro estilo de vida.
Se trata de una decisión que conlleva mucha responsabilidad, ya que los perros son directamente dependientes de nosotr@s, vayamos construyendo, pues, criterios acertados que nos ayuden a
enriquecernos eligiendo nuestro más especial compañer@ de vida.